José Luis Tomás                                                                            Por escrito

Las palabras perdidas

Relatos

Las palabras perdidas es un conjunto de relatos que nos cuenta de muchas historias que parecen buscarse entre ellas para reconocerse como la misma historia. En estos relatos podemos meternos en un cine de Barcelona para ver cómo Juan Eduardo Cirlot, maestro de permutaciones y combinaciones, descubre lo absoluto en Bronwyn surgiendo de las aguas, al tiempo que la banda sonora de nuestro recuerdo irrumpe con aquella canción de The Bangles susurrada al oído en la espera de un semáforo que, cuando se ponga verde, nos encerrará en los ojos de un axolotl que nos mirará fijamente hasta que empecemos a dar vueltas y vueltas sobre nosotros mismos como una peonza que nos posará entre los mimos que en la plaza Dam de Ámsterdam darán vueltas y vueltas a nuestro alrededor, ocultando el abrazo de Violeta, la venezolana, que, con sus manos metidas en los bolsillos de nuestro gabán, nos confesará que no puede ser sernos fiel y nuestro propio dolor nos impedirá cualquier remordimiento al clavarle un estilete a ese anciano desconocido que dormita cada día en aquel banco olvidado del puerto.Podemos intentar darnos alcance a nosotros mismos mientras andamos por esas calles de Praga, para evitar que nuestro propio doble salido del espejo nos robe la identidad, sin importarnos tener la certeza de que siempre llegaremos a destiempo. Podemos contemplar a una mujer con su niño de la mano esperando el tren que la llevará desde Terezin a Auschwitz, o podemos subirnos en otro tren donde el destino siempre se baja en la estación anterior. Podemos ir a la escuela cogidos de la mano de nuestra madre para avergonzarnos al ver cómo el manco maestro franquista le toca el culo sin disimulo, pero también podemos alzar al cielo las pantallas iluminadas de nuestros móviles, mientras escuchamos en el Fórum de Barcelona a Fito y los Fitipaldis y soñamos con la sonrisa de una chica que no es Leonor Watling porque, aunque no lo sepamos, cada vez que vemos un rostro lo olvidamos.Podemos intentar parar el tiempo mientras cumplimos nuestra jornadas en la fábrica de hacer segundos. Podemos acariciarnos mientras observamos a alguna condesa sorber la sangre de sus doncellas y dejar que el monstruo en el que nos hemos convertido fotografíe con su polaroid nuestra alma disecada. Podemos dejar que todas estas historias se reescriban a medida que las leemos para que todas sus palabras perdidas nos encuentren a nosotros en una única historia.

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Vendrá la muerte y tendrá tu rostro

¿Por qué murió la pintora Sara Romero Vázquez? ¿Por qué vivió?

El periodista de sucesos Gonzalo Quesada tiene como afición elegir muertos desconocidos e investigar su vida para reescribirla tal y como ellos hubieran querido que fuera.

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Mi nombre sin nombre

¿Conocéis a Ossip Gregorovius? ¿Habéis oído hablar de sus innumerables madres? ¿Habéis escuchado alguna vez el canto de alguna sirena? ¿Habéis deambulado perdidos, o abandonados, por las noches de la Praga oscura? ¿Llegasteis a ver, quizá, el cuadro dónde se escondía aquel duende?, ¿y el cuadro dónde vivía ella?

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Las palabras perdidas

Las palabras perdidas es un conjunto de relatos que nos cuenta de muchas historias que parecen buscarse entre ellas para reconocerse como la misma historia. En estos relatos podemos meternos en un cine de Barcelona para ver cómo Juan Eduardo Cirlot, maestro de permutaciones y combinaciones, descubre lo absoluto en Bronwyn surgiendo de las aguas…

Cuentos para Sara y otras princesas

¿Dónde empieza la perversión y termina la ternura? ¿En qué lugar de los sueños se oculta el temor a que éstos sean algo más que sueños? Quince relatos en los que la realidad y la razón se difuminan llevando el terror y el amor a lo cotidiano.

Poemas para la mujer de negro

Aunque se presenta como poemario, en este libro se reconstruye una historia, desde su principio a su final, no necesariamente en este orden. La mujer de negro, el sujeto elíptico, el hombre del espejo, el eclipse de agosto de 1999, la Odisea, los cánticos de las sirenas, la Praga escondida de sí misma, el Golem… son las piezas de un puzzle que se visten de verso para contar su misterio…

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“Anoche el perro hablaba de ti.
El pájaro hablaba de ti en el profundo pantano.
Decía que tú eres el ave solitaria a través del bosque y que probablemente sigas sin pareja hasta que me encuentres.
Que me diste tu palabra y me mentiste y que estarías junto a mí cuando se reunieran los rebaños.
Te llamé con un silbido y trescientos gritos, pero allí no había más que un corderillo balando.
Me prometiste algo difícil de conseguir: un barco de oro bajo un mástil de plata, doce ciudades, cada una de ellas con un mercado y un bello patio blanco al lado del mar.
Me prometiste algo que no es posible: que me regalarías unos guantes de piel de pescado, que me regalarías unos zapatos de piel de pájaro y un vestido de la mejor seda de Irlanda.
Mi madre me dijo que no hablara contigo, ni hoy, ni mañana, ni el domingo, pero eligió un mal momento para decírmelo: fue como cerrar la puerta cuando ya habían robado la casa.

Tú me has dejado sin este. Tú me has dejado sin oeste. Me has dejado sin lo que que había ante mí y sin lo que había detrás de mí.
Tú me has quitado la luna, tú me has quitado el sol también, y mi terror es inmenso: tú, incluso, me has arrebatado a Dios”

Balada de Dublineses, Jonh Ford, 1987

(basada en el cuento Los muertos, de James Joyce, en Dublineses)

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