José Luis Tomás Por escrito
Mi nombre sin nombre
Relatos
¿Conocéis a Ossip Gregorovius? ¿Habéis oído hablar de sus innumerables madres? ¿Habéis escuchado alguna vez el canto de alguna sirena? ¿Habéis deambulado perdidos, o abandonados, por las noches de la Praga oscura? ¿Llegasteis a ver, quizá, el cuadro dónde se escondía aquel duende?, ¿y el cuadro dónde vivía ella? ¿Os ha robado el alma alguna mirada de mujer o de hombre? ¿Habéis llegado hasta el último muelle del Ponto Final? ¿Habéis visto a la chica que lee a Murakami en el metro? ¿Habéis paseado con ella por la orilla de la playa? ¿Habéis visto alguno de los peces de colores que escribe Violeta? ¿Os acordáis de aquella canción de Olé-Olé? …Este no es un libro de relatos, aunque lo parezca. Tampoco es un libro de historias, aunque refleje tantas de ellas como lecturas de estas podamos hacer. Este es un libro puzle, donde se habla de una única cosa, aunque parezcan muchas, donde se cuentan cosas que ocurren a diferentes personas y en diferentes lugares, pero, que tal y como se lee, te lleva a una única historia, a un único lugar, a un único saber que todo lo que se cuenta existe.Mi nombre sin nombre es un compendio de miradas a la historia que se narra en la novela Vendrá la muerte y tendrá tu rostro. Durante los años de elaboración de esta novela, su autor (podéis llamarlo también escritor, narrador, personaje ficticio o lo que se os ocurra) desarrolló una escritura paralela que intentaba, de algún modo, completar o explicar los diferentes intersticios y metalecturas de la historia que pretendía desarrollar en el argumento novelístico. El resultado fue, una vez más, que cualquier lectura instaura una nueva escritura, que cualquier texto escrito se transforma en una nueva lectura, una nueva reescritura, cada vez que alguien se toma el trabajo de dejarlo deambular por su mirada, que cualquier texto, todos los textos, están unidos por líneas invisibles e inseparables con la vivencia que los ha recreado. Mi nombre sin nombre no es un libro de relatos, es el relato de un libro, de alguna vida, de la intuición de que ningún relato es posible sin un fundamento de verdad, de que lo que imaginamos solo es aquello que completa lo que somos. Acompañemos a Ossip Gregorovius mientras deambula por calles y páginas de papel.
Vendrá la muerte y tendrá tu rostro
¿Por qué murió la pintora Sara Romero Vázquez? ¿Por qué vivió?
El periodista de sucesos Gonzalo Quesada tiene como afición elegir muertos desconocidos e investigar su vida para reescribirla tal y como ellos hubieran querido que fuera.
Mi nombre sin nombre
¿Conocéis a Ossip Gregorovius? ¿Habéis oído hablar de sus innumerables madres? ¿Habéis escuchado alguna vez el canto de alguna sirena? ¿Habéis deambulado perdidos, o abandonados, por las noches de la Praga oscura? ¿Llegasteis a ver, quizá, el cuadro dónde se escondía aquel duende?, ¿y el cuadro dónde vivía ella?
Las palabras perdidas
Las palabras perdidas es un conjunto de relatos que nos cuenta de muchas historias que parecen buscarse entre ellas para reconocerse como la misma historia. En estos relatos podemos meternos en un cine de Barcelona para ver cómo Juan Eduardo Cirlot, maestro de permutaciones y combinaciones, descubre lo absoluto en Bronwyn surgiendo de las aguas…
Cuentos para Sara y otras princesas
¿Dónde empieza la perversión y termina la ternura? ¿En qué lugar de los sueños se oculta el temor a que éstos sean algo más que sueños? Quince relatos en los que la realidad y la razón se difuminan llevando el terror y el amor a lo cotidiano.
Poemas para la mujer de negro
Aunque se presenta como poemario, en este libro se reconstruye una historia, desde su principio a su final, no necesariamente en este orden. La mujer de negro, el sujeto elíptico, el hombre del espejo, el eclipse de agosto de 1999, la Odisea, los cánticos de las sirenas, la Praga escondida de sí misma, el Golem… son las piezas de un puzzle que se visten de verso para contar su misterio…
¿Qué recuerdas de las escaleras?
Que eran más grandes. La distancia entre los peldaños era mayor y la distancia entre lo más alto y el suelo también. Recuerdo escaleras más altas y puertas más grandes, distancias mayores y esfuerzos mayores. Más lejos, pero también más cerca. Más frío, sobre todo más frío. El dolor en las manos, las manos golpeadas por balones de cuero y sobre todo por verjas, palos, hierros. El frío y el dolor en las manos y un agujero en el pecho al correr. Saltábamos verjas, verjas enormes, teníamos miedo y frío. Saltábamos verjas y una de esas verjas oxidadas me hizo un agujero en la tripa, un agujero que sangraba. Recuerdo el frío y el sabor de la sangre, sangre de la nariz o de los dedos o de la tripa, pero sobre todo recuerdo escaleras grandes y el dolor del cuerpo al caer constantemente. La extraña sensación de tener cuerpo y la extraña sensación de tener miedo. También cortar el césped del jardín, limpiar la hierba que se atascaba en las cuchillas, pensar en cualquier otra cosa mientras tanto. Problemas con el tiempo. El tiempo que separa cortar el césped de volver a la calle. El tiempo que separa estar en la calle de volver a casa. El tiempo que separa unos días de otros, el tiempo durante los fines de semana y el tiempo durante un lunes. Diferentes medidas. Como una goma. Recuerdo medidas elásticas, distancias elásticas, esperas eternas y diversiones rápidas. También los coches y la idea de no tenerlos y las motos y la misma idea y las mujeres. Todas las ideas de nunca, y las ideas de espera.
Los relojes, la obsesión por los relojes, por tenerlos y mirarlos y la mierda de estar siempre debajo de alguno, la mierda de las horas decidiendo cosas, horas de hacer algo y horas de hacer lo contrario, horas infranqueables como un jodido muro de acero.
¿Qué más recuerdas de las escaleras?
Sólo eso; la altura, el dolor, el frío y las horas.
Ray Loriga, Héroes.